Ya van quedando pocos sitios dónde hagan esos capirotes criminales, de cartón de grueso calibre, que se te clava poco a poco y que con el calor se abre y termina apoyado en las orejas. Capirotes de penitencia que se recuerdan varios días después de haberselos desincrustados. Capirotes bailones que se mueven al compás de Campanilleros hacia los lados o hacia atrás, que te cambia los ojos y te dejan tuertos o ciegos a su antojo.
Uno de esos sitios en Córdoba es José Arenas que ha ido pasando de abuelo a hijo y de éste a nietos. Un local situado en una calleja sin nombre de la calle Alfonso XIII dónde entre maquinaria antigua, papel, carteles, y utensilios varios te hacen los tradicionales capirotes y los modernos de rejilla, herejética versión.
En estos días no somos muchos los que hemos ido a recoger nuestro capirote (hasta para mi talla había preparado uno) y conforme se acerque el domingo de ramos aumentarán las colas con los que van dejando todo para el último día.