Andalucía no es una ficción: es una realidad patente, cuya existencia no puede ser puesta en entredicho. Una ley universal impone por igual a todas las realidades estas dos necesidades fundamentales, que son, para las conscientes, otros tantos deberes ineludibles, sin cuyo cumplimiento no puede efectuarse su misión vital:
1°. Procurar, por si mismas, los medios de su propia fortaleza.
2°. Converger en sociedades con las más próximas de igual naturaleza, manteniendo la unidad de los compuestos super-individuales, en los cuales han de buscar y prestar la eficiencia relativa a dicho fin.
Tratemos ahora de la primera necesidad. Abordar el camino que haya de seguirse para cumplirla, es hoy cuestión de dignidad para los andaluces. Como veremos más adelante, Andalucía debe procurar el progreso de la sociedad de regiones a que pertenece, es decir, de España.
Y en una sociedad cualquiera, el individuo o la unidad componente que no procura por sí su fortaleza y progreso propios, dejando este cuidado exclusivamente a la tutela social, es un disolvente, que además de esclavizarse y recibir como migajas de caridad los dones que debieran ser con quistas, ha de sufrir el vilipendio de los demás asociados, cuyas energías padecen al no coadyuvar el cuerpo muerto en la obra del progreso social a todos encomendada.
Con la premisa de estos asertos, considérese nuestra región. Compárese, v. gr., con Cataluña, donde las energías regionales de todo orden han capacitado la unidad para pedir con justicia su afirmación político-regional y su consiguiente autonomía administrativa, a fin de cumplir la necesidad de que nos ocupamos ahora. En Cataluña, una sola voz, cada vez más reforzada, exige del centralismo el respeto a sus derechos de este orden. Andalucía aún no tiene una sola voz. Apenas si las provincias aisladas cuentan con alientos para suplicar alguna providencia que a su vida importe. Cataluña, exige. Las provincias andaluzas, ruegan. No parece sino que a la primera protegen los fueros del derecho, y a la segunda amparan los de la caridad. En cuanto al vilipendio, cercana está para Andalucía su triste hora. Ya en otro lugar he combatido, no con armas de pasión, sino con serenas razones que tienden a un amistoso persuadir , la leyenda de nuestra incapacidad y de nuestra eficiencia en ruina española. No digo que éste sea el criterio de todas o de, algunas de las demás regiones, con repecto a la nuestra. Lo que sí afirmo es que estas o parecidas patrañas se vierten o siembran por libros y revistas, abonando el campo, ya abonado, con la creencia de que Andalucía es tierra de holganza, patria únicamente de políticos charlatanes o de toreros y de flamencos famosos. Y no hay que olvidar una circunstancia desconsoladora, que puede servir de base a estas o aquellas imputaciones. y es que a cada afirmación de este género, contesta el silencio de la inmensa mayoría de los andaluces, cuya dignidad no se siente atacada cuando contemplan herida la dignidad de la región.
Procurar por sí los medios de la propia fortaleza y progreso, es no sólo ley indeclinable de conservación, progreso y dignificación individual, sino de estos mismos resultados con respecto a la sociedad; por lo cual a ello conmina como pena la desconsideración de los asociados.
Pero para que ese cumplimiento sea pleno y eficaz, la existencia natural no basta. Se necesita también de la capacidad, en orden a la realización de tales fines: esto es, de la capacidad para administrarse por sí, como antecedente, y del reconocimiento de esa capacidad por la representación de la sociedad de que se forma parte, como condición de su ejercicio.Reconocimiento social y político-administrativo de Andalucía
Publicado en El Ideal Andaluz págs. 283-92, Sevilla, 1915.
Para saber algo más: Los primeros pasos por la autonomía de Andalucía (Andalucia.cc)
Me encanta este post. Me encanta tu «orgullo» andaluz. Felicidades!
Muchas gracias por tu comentario.
Principalmente pretendÃa traer a la memoria un dato histórico relativo al DÃa de AndalucÃa, por que el recuerdo es muy fragil pero es sobre lo que se asienta la construcción del dÃa a dÃa.
Unos dicen que somos lo que comemos, yo prefiero pensar que somos lo que recordamos y sabemos.